jueves, 2 de julio de 2009

DERRIBAR AL RÉGIMEN

La aparente fortaleza del Poder en la actualidad no es más que eso: aparente. Y es aparente porque, a pesar de que hoy se encuentra como modelo único mundial y sin, aparentemente también, una contestación fuerte, recuérdese que el pilar principal en el que se basa es extremadamente endeble, pues la fe, el sostén verdadero del Orden, si se desvanece, si se pierde, gradual o repentinamente, deja al Poder a merced del pueblo. El ejemplo más reciente y claro lo tenemos en la desaparición de la Unión Soviética y sus satélites europeos. Revela este ejemplo con claridad como un aparato de poder tradicional intacto, con toda su policía, servicios secretos, ejércitos, medios de formación de masas, censura, cárceles, etc., se desmorona literalmente sin intervención externa, recuérdese que hasta los servicios secretos occidentales se quedaron sorprendidos de lo que estaba pasando y no habían sido capaces ni siquiera de vislumbrar la posibilidad de los acontecimientos que luego se fueron desarrollando, en cuestión de días y además sin unos movimientos internos de oposición de importancia, salvo en el caso polaco. ¿Cómo se explica este fenómeno?: la única explicación seria y verdadera es justamente esa pérdida de fe que afectó tanto a los oprimidos como a los propios opresores. Unos comprendieron que sus posibilidades de mantenimiento de la dominación y extensión y ampliación de su poder real, pero falso, esto es, de mover Dinero, pasaban por la adopción de formas más perfeccionadas de dominación como las que se ofrecían en occidente, otros empezaron a sentir que ya no serían reprimidos violentamente si salían a la calle o si pasaban a occidente porque habían perdido la fe en el modelo de dominación a que estaban sometidos (lo que pasó luego, la integración más o menos contradictoria en el modelo único vigente no es más que la sustitución de una fe por otra, de ahí, por cierto, la importancia de no ofrecer una fe de recambio y atenerse a la estricta negación de la fe vigente, que es lo que verdaderamente hace cambiar las cosas).


Así que el procedimiento esencial para intentar sensatamente derribar al Poder pasa por tratar de acabar con esa fe que los Individuos Personales y las Masas de Individuos tienen en el Régimen. Mientras sigan creyendo que esto que hay es lo bueno o, al menos, lo mejor posible no hay nada que hacer, pero si conseguimos que esa idea se quiebre o se debilite al menos, que se empiece a dudar, a preguntarse si esto de verdad es la vida, entonces sí podrá ser el principio del fin.


Acabar pues con el Régimen puede ser más sencillo de lo que a primera vista parece si orientamos las acciones en el sentido adecuado y no nos dejamos llevar por la inercia acrítica de formas de lucha inadecuadas a la constitución actual del Poder. Y ¿cuál ha de ser la orientación adecuada?: pues dirigir la acción en función del resquebrajamiento o pérdida de fe que pueda producir, esa es la orientación esencial.




Pasaremos ahora a ver como se desarrolla más específicamente esa orientación y que implicaciones concretas trae consigo. Lo primero que cualquiera que se enfrente al Poder consecuentemente debe plantearse es atacar sobre sí mismo cualquier rastro de fe, y para ello la crítica de las propias creencias es la cosa primera a plantearse. Y como se corre el riesgo de mirarse el ombligo más de la cuenta, para ponerse en cuestión uno mismo nada mejor que el diálogo y la discusión con los otros que compartan ese planteamiento. Lo segundo será tratar de hacer lo mismo con los más creyentes. Así el hablar en común se convierte en la acción más útil. Por ello deben orientarse las acciones en ese sentido. Esto es extremadamente importante pues a menudo se sigue, por una cierta inercia establecida, pensando que determinadas acciones son útiles simplemente porque se llevan haciendo mucho tiempo o incluso porque son especialmente reprimidas y se cree, ingenuamente, por ello que por eso deben de ser realizadas a poco que se pueda.



¿Cómo se pierde la fe?. ¿Cómo de deja de creer algo o en algo?, ¿Bajo que circunstancias se cambia?, estas son las preguntas esenciales que debemos tratar de contestarnos si queremos intentar acabar verdaderamente con el Régimen de Capital-Estado en el que hacemos como si viviéramos de veras. Hay, en lo fundamental, dos maneras distintas de cambiar. Una se produce de manera más o menos poco consciente para el sujeto y en ocasiones de forma algo repentina, ese "caer del caballo", ese darse cuenta de que estábamos equivocados. Ésta es un producto de la percepción de lo externo por procesos internos no conscientes de los sujetos. Una modalidad muy corriente por ejemplo en las rupturas sentimentales, cuando, ella, habitualmente, se da cuenta de que verdaderamente no le quiere al él y le deja (y no se piense que estos asuntos son "privados" exclusivamente y nada tienen que ver con la política del pueblo, la única que nos interesa) o los levantamientos populares espontáneos, un motín repentino en una cárcel, por ejemplo. Otra es un proceso más consciente en el que se produce el abandono de las creencias, con mayor o menor cantidad de contradicciones, a través de la confrontación de lo creído con el mundo exterior. Respecto a la primera modalidad de producción poco podemos hacer conscientemente, pues se trata de procesos que se escapan de esa zona de lo conocido, aunque, por formularlo en términos algo psicoanalíticos, siempre nos queda un "diálogo" de inconsciente a inconsciente y dejar que ello valga para lo que valga. Respecto a la segunda modalidad sí parece que algo puede intentarse y a ello vamos a dedicarle los siguientes párrafos.



Cuando la consciencia sí juega un papel más relevante en los procesos de cambio es cuando la aportación exterior puede tener mayor sentido. Recuérdese con Sócrates que nadie hace mal a sabiendas, esto es, uno hace lo que hace, sea todo lo horrible que ello sea, porque está convencido de que eso que hace es bueno para él, y ahí es donde está el meollo de la cuestión. Esa creencia de que lo que hace (amasar dinero a costa de explotación ajena, maltratar a la esposa, torturar al detenido, pasarse las horas no laborables ante el televisor, ingerir comida basura, etc.) es lo bueno es la que sostiene la acción. Si yo creo que algo es bueno para mí, mientras mantenga esa creencia intentaré seguir haciéndolo e, inversamente, si dejo de pensar que eso sea bueno estaré en condiciones de dejar de hacerlo. Y ahí es donde orientarse al derribo de las ideas, por medio del diálogo, de la mostración de la falsedad de lo creído, se convierte en el eje de una posible acción verdaderamente subversiva. De esa forma el hablar es hacer y un hacer contra el Poder.



Para que se pueda hablar, en el sentido apuntado, con el otro hacen falta, y esto también es de primordial importancia, una serie de condiciones en las que a menudo no se repara y que llevan al fracaso de la ya de por sí difícil tarea de desconvencimiento que aquí se postula. Entre las más relevantes destaquemos las siguientes:




1.-Evitar el rechazo a priori. Cuando los misioneros americanos de la Penúltima Iglesia del Santo Prepucio llegan a tu casa con su corbatita y su camisita blanca de manga corta, su pelo al cepillo y su chapita, independientemente de lo que tengan que decir, sus posibilidades de hablar contigo son prácticamente nulas ¿verdad?. Pues habrá también que aplicarse el cuento en sentido inverso. No se trata de ocultarse, pero tampoco de provocar un rechazo tan inmediato que impida que podamos decir lo que tengamos que decir.



2.-Emplear los medios adecuados. No hay grupo ni grupúsculo militante que no disponga o, al menos, se plantee disponer, de un boletín, revista o periódico, generalmente de factura formal repelente y de contenidos tanto más penosos e insensatos cuanto más puro e iluminado se sienta el grupo. ¿Para que vale tanto esfuerzo, de redacción, financiación y distribución? ¿Quién lo lee realmente? ¿Qué efecto social consigue?. Hay que distinguir claramente lo que se orienta a la circulación interna, en el seno de militantes, afiliados y simpatizantes, por usar la terminología tradicional, y lo que se orienta al exterior, a aquellos justamente que no piensan como nosotros. Los medios dirigidos al interior deberían servir para informar y debatir y pueden contar con que los lectores compartirán una serie de planeamientos que no será necesario explicar una y otra vez, pero los dirigidos al exterior deben tener en cuenta que los lectores no comparten de entrada esos mismos planteamientos, y por ello habrá que tener eso bien en cuenta.





3.-Salir del gueto. El Poder tiende a mantener la disidencia confinada, pero también a veces los propios disidentes se confinan a sí mismos aislándose del resto de la gente por mantener relación casi únicamente con los afines relegando a los demás a la categoría de los enemigos en cuanto se produce la más mínima diferencia. Hay que acostumbrarse, y esto vendría a ser la "gimnasia revolucionaria" de hoy, a que si no hemos podido cambiar la forma de pensar de alguien el problema más que de él es nuestro y tendremos que analizar las insuficiencias de nuestra argumentación y nuestra conducta con el otro para intentar que la próxima vez las cosas sean diferentes. No se trata de aprenderse el catecismo y recitárselo como loros al primero que pillemos y si no se "convierte" encima echarle la culpa, lo que es la primera condición para echarle luego algo más, sino de razonar por medio del lenguaje común.





4.-No renunciar a la eficiencia. Mientras que la eficacia, que rápidamente traducen los Ejecutivos del Señor en cifras y estadísticas pretendidamente exactas, pertenece al Orden, la eficiencia que se propone, como inversa y contraria a esa eficacia del Régimen, y que no se puede traducir a cifra (aquí no puede regir la Ley del Número), sí es en cambio susceptible de comparación de cuantía indefinida, esto es por más / menos. La valoración de las acciones por hacer primero, y hechas después, debe plantearse si lo que se considera sirve más al Poder hecho que sin hacer. Esto implica que cuanto hacemos cuando entramos en relación con el otro debe verse desde esa óptica, luchamos para acabar con el Poder, no para lucir las armas, para probar la patriarcal valentía o para reafirmar nuestra Individual Persona. Mientras el Poder se mantenga ésa debe ser nuestra ocupación, y si no lo conseguimos será que hay algo que no estamos haciendo bien y por eso habrá que analizar en que consisten nuestros errores y cambiarlos. Repetir lo que siempre se ha hecho y contentarse con decir que el Poder es muy fuerte sólo le sirve a Él, no al pueblo.

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